Último aviso al capitán del Titanic

Emprender el procedimiento de destitución del presidente Macron sería una acción con el objetivo de desorganizar el país, sus grandilocuencias y sus obras. Este es, a día de hoy, el lamento macronista y el de sus consortes. Sin embargo, se trata de una disposición constitucional. Es el artículo 68, instaurado bajo la presidencia de Nicolas Sarkozy. Este artículo ya fue utilizado por la derecha de “Los Republicanos”, y sobre todo por los actuales líderes de este partido y del sector macronista más duro. El presidente François Hollande fue el objetivo de este procedimiento por haber dicho cosas que no convenía hacer públicas sobre la guerra en Siria.

¿Qué motivos merecen la posibilidad de iniciar dicho procedimiento? El informe antes de la adopción del artículo 68 dice sin rodeos cómo se puede analizar el tipo de acto que puede ser objeto de dicho artículo. La “falta a sus deberes manifiestamente incompatible con el ejercicio de su mandato” se deja a la libre apreciación de la Asamblea Nacional. ¡Este procedimiento es puramente político y no necesita más justificación! No reconocer el resultado del voto es un comportamiento que indica una violación grave del mandato de Presidente, porque se le presume ser el garante del respeto de las reglas de nuestra democracia. Añadimos esto en cuanto a la designación del Primer Ministro. La Constitución, de la que todas estas personas se reclaman, dice que el Primer Ministro es “nombrado” por el Presidente. Pero en ninguna parte dice que el Presidente “escoge” a este Primer Ministro. La regla de “como me apetezca” no existe en una democracia, aunque en Francia sea el caso algunas veces. Pero no en lo que respecta a este punto, en cualquier caso.

El desenfreno de los portavoces macronistas contra nuestra iniciativa está totalmente fuera de lugar. Escoger un procedimiento constitucional para actuar no puede ser nunca un canal con el presunto objetivo del desorden o del caos. Pero no estoy sorprendido por su reacción. No pueden comprender nuestras motivaciones. En efecto, significa para nosotros tomar en serio lo que decimos, lo que nunca es su caso. Para nosotros, Macron procede a un golpe de fuerza contra la democracia republicana. Por consiguiente, ¿cuál es nuestro deber republicano? ¿Hacer frases huecas y decir palabras grandilocuentes para después volver a casa y no hacer nada? Es lo que haría un macronista que una semana nos trata de antisemitas, amigos del caos, y la semana siguiente se arrastra a nuestros pies para pedir nuestros votos. El que una semana declara la OTAN en estado de “muerte cerebral” y a la semana siguiente lloriquea por tener el derecho de participar en la versión asiática de esta misma alianza militar y belicista. Y así sucesivamente. En el caso que nos concierne, Emmanuel Macron se atribuye el derecho de vetar el resultado del sufragio universal. ¡Vaya! En 1789, al rey Luis XVI, incluso antes de la instauración de la República, ¡se le vio rechazado este privilegio por el voto de la primera asamblea!

Ante una agresión contrarrepublicana, ¿qué hay que hacer? Para nosotros, que preconizamos “la revolución a través de las urnas” como estrategia política, la respuesta es simple. Es a través de las elecciones y de los medios que facilita la ley que actuamos políticamente. Entonces, hemos buscado y encontrado, en la Constitución que no nos conviene, el medio que ella prevé para destituir a un Presidente que se ha vuelto un autócrata. ¿La deriva autoritaria del régimen es una novedad en nuestro país? No, desde que se inventó el delito de “apología del terrorismo” para perseguir a los denunciantes de un genocidio. No, desde la criminalización generalizada de acciones de oposición de pretendidos “ecoterroristas” y demás. No, en este país en el que, bajo sospecha de “investigación previa” por un sí o por un no, se puede proceder sin control y sin límite alguno de tiempo a acciones judiciales, inquisiciones y registros, e incluso a imputaciones sin otro propósito que el de poder ensuciar la reputación de honestos militantes políticos. No, desde que los jueces constitucionales se declaran “incompetentes” para saber si se puede a la vez ser miembro del cuerpo legislativo y miembro del ejecutivo, cuando el principio de separación de poderes fue descrito hace tres siglos. No, en un país en el que en una emisión de una radio comunitaria, un dirigente de la oposición puede ser tratado, por sugerencia del presentador, de “basura antisemita”. ¡Y que el juez competente se “declare incompetente” para saber si es una de esas “injurias públicas” que la ley condena! Me abstengo de mencionar otros tantos casos y pido disculpas a aquellos cuyas situaciones son bastante más dolorosas, como las víctimas de la ley de “licencia para matar”. (Ley Cazeneuve de 2017 que permite a la policía disparar cuando un ciudadano no decide acatar una orden y el representante de la ley se siente en peligro). 

De momento, lo que se pone en duda es el sufragio universal. 

El presidente Macron ya había perdido la mayoría parlamentaria justo después de su reelección en 2022. Y esto, después que la NUPES ganara la primera vuelta. A este hecho a penas se le dio importancia. En los medios de comunicación se continuó a hablar de “mayoría presidencial” para designar a la mayoría relativa de los partidos que apoyan al presidente en la Asamblea Nacional. Lo siguiente de esta derrota se confirmó en los siguientes sufragios. ¡Estos son los hechos! Los únicos sorprendidos son los que se han creído su propia propaganda. ¡El macronismo es ultraminoritario en Francia desde hace tres elecciones generales!

Después de su derrota en las elecciones europeas, el Presidente de la República disolvió la Asamblea Nacional para obtener “una clarificación política”, según sus propios términos. Recibió una respuesta sin ambigüedad: su partido fue rechazado de forma todavía más dura. Y sin la retirada de los candidatos de izquierda que llegaron en tercera posición en el primer turno de las últimas legislativas, su partido habría casi desaparecido de la Asamblea Nacional. Por lo tanto, que los que denuncian como de costumbre con sus frases de desprecio e insultos piensen bien el mensaje que dirigen al país y a las diferentes generaciones que lo componen, cada una con una experiencia o inexperiencia de crisis políticas y, sobre todo, de crisis de régimen. ¿Qué quieren decir al país? ¿Que no hay ningún recurso legal contra un autócrata? ¡Que no hay ningún medio institucional contra un golpe de fuerza contra la democracia? ¿Que la democracia parlamentaria como la comprenden y la practican la casi totalidad de democracias del mundo no tiene lugar en Francia? ¿O que votar no sirve para nada? ¿O que desde que se violó la decisión del sufragio universal, que condenó con 55% de los votos el proyecto sometido a referéndum, todavía no han comprendido que eso se paga tarde o temprano como está ocurriendo ahora? ¿Qué camino nos indican, entonces? ¿Qué violencias provocan de esta manera?. 

Sin embargo, el momento de la verdad de la decisión democrática de las elecciones legislativas se impondrá. Vendrá a través de este procedimiento de destitución y por la censura del gobierno que Macron habrá elegido para usurpar la “voluntad general” de más de dos tercios de los electores que la rechazaron. Vendrá. Y de camino hacia ese momento, cada etapa, cada instrumento del debate público tendrá lugar. La advertencia lanzada por LFI ya ha tenido un resultado: radicalizar al PS, que ahora está a favor de una moción de censura que considera preferible al procedimiento de destitución. Es un buen resultado. Por lo tanto, la censura está asegurada de ser adoptada. Se puede decir que las gesticulaciones presidenciales ya tienen mucho menos porvenir. Es seguro que aquellos que habrían decidido subir a bordo del Titanic para finalizar la excursión probablemente revisarán sus ambiciones de poder. No hay nada más seguro a bordo que el naufragio. ¡Y ya no basta con saber nadar en aguas turbulentas para salvarse!

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